SEGURAMENTE NO ME ALCANCEN LOS OJOS
Ni para verlos, ni para dibujar cada rostro. El manto gris de una llovizna de invierno acaparará las cuadras, los territorios, la extensa sábana de los durmientes despertándose.
He visto, tras el inagotable tiempo, gentes acalambradas, arrolladas, parándose y enfrentando las desvergonzadas avanzadas de los impíos agresores.
Esta vez no me alcanzarán los ojos. Y con dolor lo digo: no entiendo a aquellos que observan con liviandad la matanza de sus coterraneos, de los convivientes, de los que te solucionan la vida, de los que te dan alegría, de los que te ayudan para seguir viviendo en esta comunión, la sociedad.
¿Qué estamos esperando? ¿Qué estamos haciendo? ¿Estamos ansiando nuestra propia y única salvación? ¿No sabemos, acaso, que si ellos son excluidos los siguientes seremos nosotros mismos?
Van por nosotros-ellos. Y ellos, seremos nosotros.
Estoy seguro que no me alcanzarán los ojos para ver marchando, por cuadras y cuadras, bajo el agua o el sol, a ellos, a los nosotros mismos diciéndole basta a aquella minúscula parte que quiere eliminarnos, hambreándonos, y que desean, en absoluto, nuestra infelicidad de vivir en esta tierra.
Lo sano es no permitir que lo logren.
Aún me quedan los ojos.
Alejandro Gil
21ene2024
Tucumán
Argentina
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