Saturday, August 29, 2015

CORTOMETRAJE: Juan González, poeta. “Siempre escribo sobre la muerte, indirectamente.” Un video de la Memoria. A la memoria de Hernán González, desaparecido en septiembre de 1976 por la Dictadura Cívico Militar. Aparecido, tras 38 años, en el Pozo de Vargas, Tucumán, Argentina, 2014. DIRECCIÓN: ALEJANDRO GIL

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UN VIDEO DE LA MEMORIA
Este video fue absolutamente realizado fuera del sistema oficial de auspicios, tanto económicos, como culturalmente aceptados. Lo hicimos para resaltar el arte, la Memoria desde su lugar más verdadero. Para conservar y homenajear a un poeta fundamental, a una parte de nuestra historia. Lo hicimos con amor, con conciencia, con el aporte del afecto de unas cuantas gentes (no decimos mucha gente, porque es mentira) que creyeron en la idea de que se vea la imagen y la palabra del poeta. Juan González no es un poeta tucumano. Es universal. Los regionalismos representan una censura. Nosotros, como artistas, no debemos permitir la regionalización, eso es una mentira sectaria, es menospreciar el arte. El arte es guerra ante los bárbaros que no entienden. Queremos proyectar este cortometraje, que anuncia y habla del presente, del pasado y del futuro de nuestra Argentina, y de tantos países del mundo, en muchos lugares. Queremos que llegue a mucha gente y deje testimonio. Este cortometraje habla, fundamentalmente, de nuestra historia, de los 38 años que tardó en aparecer, como calavera, el hijo del poeta Juan González en el Pozo de Vargas en San Miguel de Tucumán, donde la Dictadura Cívico Militar hizo estragos, mató gente, desapareció hombres y mujeres. Habla de arte, de poesía, de la poesía auténtica. De cómo el arte no se disocia de la vida. Nuestra misión es aportar un material que perdure en el tiempo. Que nos ayude a entendernos entre los seres humanos.


CORTOMETRAJE: Juan González, poeta. “Siempre escribo sobre la muerte, indirectamente.” Un video de la Memoria. A la memoria de Hernán González, desaparecido en septiembre de 1976 por la Dictadura Cívico Militar. Aparecido, tras 38 años, en el Pozo de Vargas, Tucumán, Argentina, 2014.

FICHA TÉCNICA
Dirección: Alejandro Gil.
Dibujos: Inés González, Hernán González. Música: Alejandro Gil. Cámaras: Aimé Ramón, Pablo Peralta, Alejandro Gil. Edición de audio y video: Lucio Macario Mauroyriñis. Producción: Grupo Editor Como un Ají.

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Sí desea proyectar el cortometraje comuníquese
con Alejandro Gil
por Face o al e-mail:
alejandrogil4@yahoo.es


REQUISITOS TÉCNICOS PARA LA PROYECCIÓN DEL FILME
Sala de proyección, salón apropiado para tal efecto
Proyector de video (cañón) o televisor de grandes proporciones
Pantalla o pared blanca
Equipo de audio
Micrófono

Tuesday, August 11, 2015

La Sola por Alejandro Gil (Capítulo 4)





Te queremos Sole, te queremos


Nadie me cree lo que digo, aunque son pocos los que saben de la historia que estoy viviendo, pero siempre dije que para muestra basta un botón, una cuestión de estadística que poco creo pero que para determinados momentos sirve aunque tan sólo sea para verse mejor en el espejo. Yo no sé, pero en las pocas palabras que utilizo para contarme está la clave, no sabré usar las palabras que usan en lo corriente para decir lo que pasa y si pasa es porque pasa y no hay más vueltas que darle, pasa y pasa.
Veo la puerta sin paredes que la sostenga y es un portal de catedral que no tiene llave yale, ni picaporte an-dif y él está detrás sin guantes ni nada que se le parezca y tiene las manos más bellas y hábiles que he conocido.
Vislumbro un sendero como para ir a él, no hay cosas ni casas extrañas, ni nada por temer, sólo que lo veo distante en la calle como paseando la vida que lleva en su pecho y en sus ojos. Rara criatura que amanece en las estrellas y se fuga. Rara criatura desvaneciéndose y concretándose de un instante a otro, manipulador de flashes donde entro y descentro a cada paso que arribo a él. La puerta y un sendero, luces al final entre caminos no laterales, sino un único camino, aunque se presente ante tus ojos y los míos como un serpentario difícil de concluir. Pararme en el kiosco y ver siluetas y sombras y verlo parado charlando y haciendo de ese don de la palabra un uso doloroso y espléndido a la vez, y sonoro. Como al crepúsculo de un romance que lleva consigo, libretita anotada de perfumes y de bocas, sueños derritiéndose por la siesta y el verano de medio día de los ojos envueltos en llamas. No entiendo estas palabras. Tampoco es mi turno ni mi estado de ánimo como para saberlo todo. Estoy y no estoy, y no tengo tiempo de guardarme los llaveros que abran las puertas. De hecho, son los sonidos que me abordan, la sola presencia del timbre y un número de teléfono que no anda. Y sin embargo tengo comunicación abierta. O sólo me queda de tanto, esperar.



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Thursday, June 18, 2015

La Sola por Alejandro Gil (Capítulo 3)



Capítulo 3




Ábrete Sola


Por la tarde van a venir a arreglarme el teléfono, eso creo, al menos prometieron que iba a ser un trámite rápido y sin muchos inconvenientes, aunque esta gente no es de confiar, muchas veces te prometen y no pasa nada, como la última vez que tardaron cinco meses en darme tono. Tener la sensación de no tener sensaciones y abrirse paso en el mundo y la ciudad en que uno vive como sombra que se alterna de tamaños desde así hasta así de grande y no quedarse conforme con la talla que tenemos en el momento en que nos damos cuenta de que tenemos alguna talla y uno siempre considera que es la indebida y que uno merece más o menos de lo que le ha tocado, siempre y cuando uno esté en el momento justo de considerarse más o menos. Así nos pasamos de silencios en silencios y se nos vienen las hojas de plátanos resecas hacia la cara y las alejamos con un soplido de gran esfuerzo que algunas veces o casi siempre nos arranca una tos seca y profunda de los pulmones que nos atraviesa todo el cuerpo. Reseca tos, catarro de los puchos, nuestro cuerpo cenicero inmundo de colillas mal apagadas con ese humito oscuro que alimenta a los nubarrones que dan tormento a las tormentas y nos refucilan los ojos de óxido ácido del dolor, colillas mal apagadas que se amontonan como en braceros en cada rincón y no se apagan y siguen de largo en el olvido y resurgen cuando menos lo queremos estacionadas en el cartón de los recuerdos.
Pasearse y salirse del hogar, si a este lugar le podemos llamar como todo el mundo: hogar, o llamarle de la mejor forma posible sin que ataque a nuestros sentimientos de pasarla bien con nuestros puchos y catarros pulmonares, catarros puñaladas a través de las células de la piel y los músculos y huesos también, huesos chimeneas hacia las fosas nasales y nuestros labios superiores nicotinados de tanto exhalar y exhalar. Desazón e intento de fuga del aire del pulmón, del aire de las venas y alvéolos, de los bronquios que dan bronca al sentirlos y verlos tapados en los sueños de noches increíbles y de días a la orilla del cordón de la plaza… “iba cada domingo a buscarte en el borde de la plaza…”  y no te encontraba y ni pensar de parar la tos.
Pasearse el cuerpo limpio por la ciudad, a cualquier hora siempre es oportuno y tener ahí latente una canción que nos dirija el ir y venir de vereda en vereda esquivando las sombras y los rayos del sol. Entonces encontrarse de pronto con una imagen que nos aterroriza y por qué no, nos aterra, nos lleva a la tierra y da temor para los que estamos con el cemento en nuestra lengua y no sabemos más que degustar la arenita reseca del último asfalto. A seguir caminando, me digo, conmigo no va a poder el viento zonda, me hinchará el corazón y las arterias como la canción pero aquí estoy para trabarle lucha; luchan mis ojos en pos de las vidrieras, que las miro pero no las veo, pasan diapositivas y flashes del mundo que vendrá a querer que yo los compre, pero no. Yo sigo con mis ojos tornados a la izquierda  y no les perdono un instante de distracción, miro más allá del jabón, miro las burbujas. Y plop… se me ha estallado la atención, carátulas de videos me marean, en las vidrieras me llaman a su mundo de modo aniquilador, no contesto, pero insisten en su llamado, por qué decirles que no? Para allí voy a llamarte con mis ojos y no hay error de miopía suficiente, ya nadie nos impide el juego de las lágrimas ni el agua salada ni el puerto escondido, no quiero verlos, no quiero plantaciones en esos cielos rojos y airosos, no quiero sorgo, no quiero sorgo rojo para jodou, tintorería de la muerte roja y teñida, piletones para la sed y sed y sed de sangre para tanta rojura, 2 x 1 me dice all that sex, tentación peligrosa de ojos y de lágrimas y el sol me quema los hombros de tanto verano en pleno invierno, gracias por el fuego zeta, nada en común hay entre mis ojos negros y la nariz de cyrano en la herida de drácula, es así en el nombre de la rosa y sigo a mi paso esquivando las sobras y los rayos del sol.
Lo único que realmente me conmovió, es decir, lo que me hizo mover de vereda a vereda evitando las sombras como dije, fueron las pompas y los deseos. Las largas caminatas por el puente que ando rodando de tanta noche. Pensar en el suspiro, el del puente, que me trae la baranda de donde me tomo y agarro para mirar a pique las vías del tren. Sentir ese ruido y olor a máquina que va a partir despacio, como un instante donde se fuga una bala de fogueo que anuncia el inicio de una nueva partida. Balas fugaces como estrellas jugando a las escondidas con la luna y el sol. La luna marcada en el almanaque que se vino a blanco y se olvidó la tinta en el saco descosido del imprentero, el que lee las palabras y no las nombra y las vive desunidas y sólo unidas de puro plomo o chapa incendiada después de la película. Pero tranquila, a no desesperar, al menos esta vez puedo recibir llamadas y así no estoy tan desconectada del mundo. Lo malo es que el mundo que se quiere conectar conmigo no es al que yo quiero conectarme, pero bueno ya llegará el tiempo, digo que ya llegará el tiempo en que los teléfonos suenen con voz humana, del humano que uno quiera. Han tocado la puerta, me dicen. Y yo no escucho nada de lo que me dicen pero esto, raramente, lo escuché. Uno nunca sabe cuándo van a suceder las cosas, los malos tiempos, y del tiempo que me nace ya mismo hay como un romance entre el alma y el bolsillo del saco, que, por otra parte, tiene descocida la axila derecha, de la parte de atrás. Rumbeándome hacia las vidrieras invento un baile y me recuerda a vos. Orificio de llamarte y escucharte, sin el timbre exacto pero escuchándote. Modula tu voz en tonos bajos y en tonos altos, modula tu hablarme perfecto para mis oídos y hay roces de notas y acordes necesarios, corcheas estridentes y negras alquitranes, capas de asfalto con piedritas recién puestas en esquina de avenida y calle donde pasa el colectivo que me lleva a trabajar, hoy, este día y los otros. Aunque esté de más decirlo, estoy de descanso.

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Saturday, February 21, 2015

Taller de Escritura Alejandro Gil. Reuniones grupales o individuales. También taller online.




El taller de escritura está abierto a todo público. Creamos en él. Buscamos la belleza. Y, a través de ella, buscamos un acercamiento al mundo. A una manera distinta de interpretarlo. El juego con la palabra nos da libertad, por ello no podemos estancarnos y encasillarnos en géneros inamovibles. Escribimos, nos expresamos estéticamente pero eso no nos limita a realizar obras vacías. Indagamos hasta poder llegar a eso que no sabemos exactamente qué es. Siempre nos flota una pregunta para seguir avanzando.


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0381 155050923 (Tucumán, Argentina)
alejandrogil4@yahoo.es
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Saturday, February 14, 2015

La Sola por Alejandro Gil (Capítulo 2)



Capítulo 2

La Sola, hora cero



Anoche lo vi por primera vez, era un sueño, rojo creo el sueño, pero no me importa el color, que me va a importar, si tan sólo era un sueño y creo saber que no se sueña en colores sino más bien en blanco y negro y en ocasiones en negro y negro. O no es cierto? Qué importa, qué importa, a mi me va a importar? Ni loca. Porque para algo crecí, me crié, maduré y todas esas cosas que dicen por ahí, pero a mí me da lo mismo. Si fue un sueño que sea como quiera, rojo, azul, negro si quiere, y así como sea yo sé que es verdad.
Lo vi, suerte que lo vi, él no me miraba pero sé que me va a mirar, alguna vez me va a mirar y yo le regalaré mis ojos para él, para sus ojos. Le regalaré primero un ojo, el izquierdo y voy a andar con el medio mundo del derecho por un tiempo, va a ser difícil y molesto, al principio algo incómodo pero con el tiempo…
Tengo que buscar la forma de entregarle el otro, el otro ojo, el ojo derecho. Sé que lo va a extrañar, porque segura estoy que se ha sentido incómodo con sus dos ojos y el tercero, es decir el mío, mi ojo izquierdo, el que le regalé, pero cómo hago? En estos tiempos estoy un poco desequilibrada, ando a los tumbos (como quien diría). Cómo como quién diría? Lo digo yo: estoy desequilibrada, no tengo equilibrio, no tengo buena noción de las distancias: levanto el pie veinte centímetros antes del escalón y creyendo que lo tengo bajo mi pie, doy el pisotón y plaf… me sube un calor desde el pupo que me incendia la cara y me eriza los pelos. Es igual, es igual a cuando lo miro, me da una puntada en la boca del estómago y me empieza a subir un calor calcinante que me pone de punta los pezones y toda la piel me electriza, y me suaviza a la vez, no sé, es raro pero es raro también porque solamente le veo el perfil derecho, es por el ojo que me falta, pero bueno, ya lo sabemos.
La solución estaría en saber cuáles son sus movimientos, por qué calles camina, dónde trabaja (si trabaja), o dónde estudia a su defecto, qué bares frecuenta o alguna pizzería (que sería buenísimo porque a mí me encantan las pizzas y sobre todo la calabresa, por eso del calor que te sube y esas cosas); eso sí, saber por dónde camina, después hacerme la disimulada y pasar un par de veces al lado de él, pero a contramano, y rozarlo sin querer, al descuido, como un accidente, pero sin víctimas fatales, sólo un roce de piel con piel, un roce donde las carnes se hundan, se hagan una sola, que a la distancia y en cámara lenta se vea cómo los músculos de los dos se hacen uno, entran en fusión los poros, abren su gran boca y se unen en un gran beso de vasos sanguíneos que son minúsculos y gigantes a la vez. Mi transpiración, la de él, la mía necesitada de la de él, la sal, la sal de la transpiración y esos olores hermosos de verano en pleno invierno.
Ahí está, saber la calle por la que circula, saber cuantos pasos da de esquina a esquina (sería bueno conseguirse un marcapasos), saber si esquiva las baldosas flojas, o no, mejor no, esperarlo en la esquina opuesta a la dirección del tránsito, quizá sea más seguro.
Ahí lo veo venir, qué hago? Sí, sí, mejor lo espero y a treinta metros comienzo a caminar, mientras tanto me voy al kiosco a comprar cigarrillos, pero eso durará poco, bueno está bien veo vidrieras, pero qué pasa que no avanza? Se puso a charlar a un cuarto de cuadra, con quién estará? No veo  bien. Este ojo maldito!
Ah! allá viene, pero más lento, mucho más lento! No podrá caminar rápido? Qué se piensa? Bueno, falta menos, está casi por llegar a media cuadra, me voy a comprar los cigarrillos y empiezo a caminar. -Un marlboro y chicles de menta, por favor. -Diez centavos? Sí, sí tengo. Chau, gracias. ¡¿Qué es esa puerta en medio de la calle?!

Tas puridi inki saki, yacanarsa yacanarsa, tas inati inti esque, yacanarsa yacanarsa. Tumparasca inta suma, tumparasca lamiué, canti canti conoluma, imasoki comeué. Tas puridi yacanarsa, inki saki inti esqué, tas inati yacanarsa, yacanarsa comeué.
Entendés lo que digo? Ahí está la cosa, colgar las banderas sin otra oportunidad. O vos creés que no es así. No hay tiempo viejo, ya se nos ha cortado el carretel muchas veces y no hemos hecho nada. Hemos dejado todo a la intemperie, caiga quien caiga y ha caído de todo por estos lares: piedra, pólvora, cal, arena y harina. Y nosotros qué hacemos?, para cuándo? o vamos a tener que esperar y seguir esperando. No, chango, ya basta, yo a ésta no la paso por alto, o quebramos todo o nos vamos a la mierda. Mirá vos hoy, hoy mismo, en este momento estamos sentados tranquilos (un poco) en un bar en el medio de esta ciudad. La gente pasa y nosotros aquí, muy lejos de ellos, te digo más, tan lejos que ni se enteraron de quienes carajo somos, por otra parte tampoco les importa. Y qué hacemos ante este mar de gente, nos colgamos? Nos disfrazamos de tanto en tanto o le damos por la cabeza de una vez por todas. A mí me salió el apuro, no sé, qué querés que te diga, me urge y hasta duele.
Escuchame, nosotros tenemos las armas, ellos están allí indefensos y convalecientes, felices o infelices según se mire. Están ahí listos para que irrumpamos de un momento a otro, entremos aunque sea a los manotazos en esta inmensidad de aguas oscuras, mar de náuseas, turbio, que no se puede siquiera ver el fondo, pero si el olor que salta y salpica los ojos y ahí nos damos un poco cuenta de que esto debe tener fondo y de tenerlo, me juego y te aseguro, es mierda.
Acaso no ves el color que refleja la marea y esos brazos saliendo a la superficie como queriendo tomar el cielo con los dedos o pellizcarlo con las uñas y robarle una peca, un poquito de pigmento para poder flotar y no estarse atrapado de tanto fango y puertas canceles que no dejan ver la cara del cielo, las caras de los que están a nuestro lado,  que, a veces, ni siquiera conocemos y no nos dejan descifrar que en el mar los maremotos nos aíslan unos de otros, cada uno en su cáscara de nuez y no hay dulce de leche que nos aglutine, ni fondán que nos cubra la burbuja, para que juntos, de esta u otra manera, pero juntos por algo y no desperdigados como migas de pan reseco y pisoteado, podamos formar, sin menospreciar otros dulces, una bella y sabrosa nuez confitada.
Los suburbios del mar son excitantes, basta con mirarles las caras a los submarinos-suburbanos para darse cuenta. Te responden en otros códigos muy difícil de no entender, son más claros, a pesar del agua turbia y son más brillantes sus ojos de tres destellos. Peculiares, cálidos, desconfiables de tan confiables que llegan a ser. Te envuelven en su halo de seguridad insegura, poco terrena y muy marítima, seguridad que se siente con la tercera mirada. Así son, mezcla y uniformidad, destellos volcánicos, bocas en llamaradas de dragones bajo el agua, ceramistas del barro que sus bocas besan. No aparentan ser confiables, pero son seguros en el naufragio.
Me imagino papelitos que flotan y andan sin tocar ni un instante el suelo. Papelitos llevados y traídos por esos vientos que anuncian tormenta, los que arrasan con todo lo que hay en las veredas y te llenan los ojos de basuritas que te hacen restregar hasta que perdés la vista y ves todo oscuro por un rato. Papelitos que viajan, que no están atados a nada, que su único sendero es el aire y son llevados por las brisas y los tornados haciendo caso omiso a los destinos, metiéndose por este o aquel pasillo, mirando y recreando las fachadas que se le vienen encima a toda velocidad y un remolino de aire los vuelve a alejar, salvándolos.
Papelitos en son de vuelo. Papelitos curiosos que se entreveran en los rodeos más extraños y palpables a la vez. Papelitos que bucean los rincones y los observan grano a grano y sacan flor y delicia de puro canto y lluvia y sol. Papelitos caminando en punta de aire por el medio del cauce enmarañado del río de la ciudad.




 Link para el Capítulo 1:

http://alejandrogilpoet.blogspot.com.ar/2015/01/la-sola-por-alejandro-gil.html




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