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Un regalo de Navidad para el alma, los sentidos y el cuerpo

 



160- Un regalo de Navidad para el alma, los sentidos y el cuerpo


Los viernes y sábados descanso del arduo trajinar por distintas ciudades hasta llegar a la ciudad de Lawrenceville en donde trabajo.
Atlanta es un largo camino para llegar a otro lado y retornar a ella.
El viernes pasado decidí, sin saberlo, hacerme un regalo de navidad con siete días de anticipación.
Fui al High Museum of Art de Atlanta a ver la exposición "Van Gogh to Mondrian". El costo de la entrada al museo fue en esta oportunidad de quince dólares cuando, por lo general, cuesta diez dólares.
Yo entré gratis gracias a la credencial de la Asociación de Prensa de Tucumán que poseo. Hasta hoy ahorré 25 dólares por pertenecer a esta asociación.
Después de acreditarme en la recepción del museo y de pegar tres autoadhesivos en mi ropa de abrigo, comencé a subir los cuatro pisos del museo que estaban ornamentados con enormes banderolas con reproduciones de la obras de Van Gogh.
Entré. Después de ver pinturas y obras de arquitectura previas a la era "van Gogh", una larga introducción que tenía su sentido cabal, llegué al núcleo del cuarto piso.
Van Gogh. Autorretrato. Destellos de mi alma no podían creerlo. Estar allí parado cara a cara con Van Gogh!!! Su cabeza, sin sombrero. Su autoretrato!!! El que vimos y amamos en las reproduciones hechas por todo el mundo. Su barba naranja. Ver el óleo sangrante en cada espacio de su piel; verlo, tocarlo con los ojos, acercarse y saber el paso de su pincel ensangrentado de óleo. Ver la textura, la textura de su alma. Verlo, pincelada por pincelada, haciéndose a él mismo.
Y más Van Gogh. Los tejedores. Sus tintas. Los retratos de la familia que lo cobijó. El cartero, uno de ellos. Su esposa, otro de ellos.
Los pinos que se mueven con el viento. Y el más doloroso e intenso de sus cuadros: los jardines del hospicio donde pasó sus últimos tiempos. Desgarradora pincelada de esos árboles y de esas hojas en los caminos del hospicio. Y más, y más.
Después, una pared principal, un espacio abierto conteniendo un milagro: The Cafe Terrace on The Place du Forum at Night, Arles, 1888. Y el mundo que se torna milagroso, milagro el de tener ante uno, cada silla de ese café, cada farol, esas estrellas en el azul cielo que las hizo con un par de pinceladas de blanco sobre el azul del cielo y gotas de puro óleo entre blanco y ocre. Las sillas, esas luces, esos edificios azulinegros, esas sombras creadas de colores. Vincent van Gogh dijo: "la noche tiene más colores que el día".
Y el alma se explota al estar enfrente de esa obra de arte, uno no cree que haya sido posible la creación de esa maravilla. Y a uno se le llena el alma de emociones, se le llena los ojos de lágrimas y uno quiere llorar sintiendo a ese loco demonio, ese dulce demonio que llevó a Van Gogh a pintar lo que ahora nosotros podemos amar con el desgarrado corazón que en su cuerpo hizo milagro.
Adoración eterna para Vincent van Gogh. Me ha llenado el alma para el resto de mi vida.




Alejandro Gil
Atlanta 2004
Capítulo 160 del libro inédito Curiosidades (nombre provisorio)