Voy a vivir casi un siglo. En el transcurso se seguirá intentando la degradación del otro, el menosprecio y todo dolor posible. Mientras tanto la gente sigue caminando como iguales en las veredas de las ciudades, en los senderos de los parques, en las caminerias de los lagos. La visión cambia al treparse a los puentes que sirven de mirador de la no distante civilidad. Los puentes juegan. Se convierten en lupa. Abajo, lejos, todo se ve más grande. Las columnas de incendios breves. Las llamas y el humo. También se ven más inmensas las nubes radiantes, blancas, al contraste Celeste. Las pequeñas desgracias para la mirada de unos pocos es calamidad para las víctimas. El sol intenso del otoño ayuda. Cicatriza y seca lo inundado. Las infamias suelen conseguir consuelo: la resistencia.
Alejandro Gil
20febrero2018
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