CAMINO DE COMPRAS
La calle estaba solitaria, era la hora en donde todo duerme. Autos, desde temprano, hacían sonar el asfalto. Estaba adentro de mi casa y el aire vibraba empujado, levantando hojas secas, polvos minúsculos. ¿Dónde van? A trabajar, supuse. Se reiteran cada vez más frecuentes. Van veloces, llegan tarde, parece. Imagino las caras de los conductores. Cansados, ojerosos, comenzando el día. Van al encuentro de la rutina diaria. Comienzan a agobiarse. Aceleran, quieren llegar a horario. No soportan el incumplimiento. Es su deber y así lo aceptan. El sol al frente ciegan el camino. Es el desafío diario, eterno. Lo que le da sentido y sinsentido a la vida. Miran a los lados en cada esquina, no viene nadie. Pasan. Evitaron un choque. Uno que otro circula por las veredas, de a pie. Van al mismo sentido, cada uno a su lugar. Allí los esperan o, en algunos casos, estarán solos en esa morada. La mañana transcurre en segundos. Las ruedas giran, los hombres y mujeres y niños están arriba de ellas. Autos, ómnibus, trenes, taxis. Zapatillas y zapatos pisando las veredas. Es invierno y hay abrigos. Apenas va saliendo el sol. Un anciano se puso su mejor traje para mirar la avenida desierta. Espera que la panadería abra para comprar su desayuno.
Alejandro Gil
9 de mayo 2023
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