Thursday, October 12, 2017

YO, EL IRRECONOCIBLE by Alejandro Gil



YO, EL IRRECONOCIBLE

Cuando quizá haya comenzado a tener vida, fui una célula. Un conjunto amorfo, multiforme. Voces largas de tonos exuberantes cantando. Lamentos de gospels. Coro negro. Larga angustia. Melodía. Nadie me veía, estaba creciendo. Solo la madre mía, en ese entonces parturienta, ahora anciana bella y aniñada, que va y viene en sus edades, me reconocía y hoy me devuelve esa misma misma placenta. No ha muerto. Nadie ha muerto. Ni el embrión. Ni esta naturaleza de la edad que nos surca. Somos mejores, más crecidos en nuestros contactos, en las maneras de amarnos. Ella me mira y me ve, las dos maneras de usar los ojos. Nos sabemos al mirarnos: ella y sus halos grises; yo con mi iris aún atigrado, con un leve canto de nube.
Nadie me reconoce, es cierto. Soy otro físicamente. He perdido una persona que estaba en mi cuerpo, dentro de mi cuerpo habitaba otro que no era yo. Era mi exceso. Lo boté. Alguien recogerá el cadáver.
No me reconocen. Y si les hablo como de costumbre, preguntan quién soy. Soy yo, les digo. El de siempre, el que puede volver a cambiar en miles de sentidos. Estén atentos. Soy tímido. Y si no me saludan, me es difícil encontrar sus ojos y decirles: Hola! Soy Alejandro.


Alejandro Gil
12oct2017
Tucumán

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